Estos últimos años ha surgido la tendencia de indagar por medio de pruebas de ADN cuál es nuestra identidad genética y de dónde provienen geográficamente nuestros ancestros, estas pruebas que determinan nuestro origen son conocidas como “Pruebas de Ancestría”.

Este tipo de pruebas generalmente son tomadas por motivos meramente sociales y para satisfacer curiosidad, sin embargo estas pruebas pueden arrojar resultados mucho más importantes en cuanto a salud se refiere y es donde realmente cobran una importancia a nivel de salud pública y personal.  A través de los años y de gran cantidad de estudios se ha podido establecer nexos entre el desarrollo de ciertas enfermedades de índole genético y poblaciones específicas así como etnias alrededor del mundo.

Un claro ejemplo de esto es el desarrollo de fibrosis quística la cual está ampliamente relacionada a poblaciones caucásicas, también se tiene el desarrollo de β-Talasemia que presenta un riesgo incrementado en poblaciones africanas. El estudio de la ancestría no sólo puede ampliar nuestro conocimiento sobre dónde venimos cómo miembros de una población/etnia/raza sino que también puede determinar la existencia de riesgos incrementados asociados al desarrollo de enfermedades como las antes mencionadas.

Es a través de estos estudios poblacionales y genéticos que se pueden establecer zonas con riesgo incrementado al desarrollo de enfermedades genéticas conocidas como “Focos Geográficos”, los cuales permiten una mayor vigilancia y una respuesta más rápida a la hora de proveer tratamiento y asesoría en cuanto a estas enfermedades refiere, esto permite un menor impacto de las mismas evitando que decaiga la calidad de vida y protegiendo la salud pública.  

La ancestría también presenta un componente de nutrigenética importante, tenemos como ejemplo que poblaciones provenientes de etnias asiáticas suelen tener una resistencia menor a la ingesta de alcohol (Pudiendo incrementar riesgo de falla hepática), de igual manera personas provenientes de estas etnias tienden a ser más susceptibles al desarrollo de intolerancia a la lactosa.

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